miércoles, 25 de agosto de 2010

El gallo sin pico observaba con paciencia cada arrojo apresurado de tierra negra por parte de su amo, al pozo de agua seco del patio. Estaba placido al lado de el y esperaba la hora en que el se sentaba arreglar ese reloj que todas las tardes intentaba repara por años.
Era el momento en que después de agotarle la paciencia le daba las lombrices trituradas con maíz y conversaba con el.
Esperaba con tranquilidad que acabara de tapar el cuerpo de una mujer desnuda

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